De futbol y elecciones, algunas reflexiones

Contra Alemania y Corea, funcionaron dirección y disposición de todos. Suecia era rival menos difícil; empero, hoy falló estrategia y pericia de varios. El desempeño de @miseleccionmx refleja la realidad de un país al que falta confianza colectiva y un líder.

(@RicSantes, Twitter, 27 de junio de 2018)

 

 

Por mucho tiempo, la fatalidad ha sido sello de los mexicanos. Las intentonas de superación, individuales y aisladas por lo general, han terminado en yerros y decepciones. Experiencias de este tipo abundan en el futbol; pero también las tenemos en la vida nacional. En efecto, la historia muestra que las etapas críticas han significado acaso el tránsito de la liberación de los amarres de un amo a la sujeción de las ataduras de otro. Tal vez por eso en el México del Siglo XX se acuñaron dichos como ese de que somos un país que nace y muere cada seis años, en consonancia con los pases de mano en mano del gobierno de la República, al interior de la célebre “familia revolucionaria” donde, desde las garras de un mal gobernante, caíamos en las de otro peor.

Aun así, con cada nueva administración, renacía la esperanza de que, “ahora sí”, con “el bueno”, es decir con el priista elegido por el dedo del presidente en turno, y celebrado a rabiar por las “fuerzas vivas” del corporativismo charro, despegaríamos hacia una mejor forma de vida. La cosa era simple: no hacer olas, votar por el que se nos ha indicado, y quedar esperanzados a que su eventual benevolencia permitiera que del cuerno de la abundancia llegara alguna migaja.

Para conseguir alguna prebenda, todo era cuestión de tener la habilidad para saber estar en el lugar y momento adecuados, con el contacto más cercano al círculo de poder. Mientras más arriba estuviera ese contacto, más beneficios llegarían a sus aduladores. En esa condición, por supuesto, la disputa por las canonjías era (y es) encarnizada; porque, francamente, los beneficios no salpican a la mayoría.

Por esas vivencias, nos acostumbramos a cultivar la suspicacia para con el prójimo. Zancadillas, puñaladas traperas, clasismo, racismo, y hasta violencia física, han sido condimentos imprescindibles para un caldo de conflicto social que se ha cocinando frecuentemente, y en donde no ha existido un jefe de cocineros que advierta sobre el momento en que el sobrecalentamiento provoque doloroso desparramamiento del caldo. Así se han marcado lamentables hechos violentos a lo largo y ancho del país.

En el nuevo siglo, el proceso esperanzador fue la así llamada “transición democrática”, de julio de 2000 cuando, enarbolando las banderas del “voto útil” para “sacar al PRI de Los Pinos”, el panista Vicente Fox llegó a la presidencia. Sin embargo, en menos de un mes, la alegría de haber logrado el objetivo empezó a tornarse en decepción cuando nos percatamos del rumbo que tomaba el gobierno de ese impresentable personaje (un día vestido de panista, luego de priista, y ahora de prianista llamando a votar por “MeadeAnaya”). Dispendio, frivolidad, cuatachismo, negocio al amparo del cargo público, incapacidad administrativa y gubernativa, corrupción y simulación, fueron sellos del foxismo. Sí, la transición a la democracia mexicana fue una caricatura en ese período; pero en la noche calderonista todo se exacerbó, porque se agregó la terrible guerra contra el narcotráfico, que costó más de cien mil vidas.

Tenemos lectura fresca de las razones del retorno del partidazo en diciembre de 2012, así como de su pésimo desempeño, del que poco, por no decir nada, es rescatable. Indicadores internacionales y nacionales de diversos rubros (entre otros, educación, salud, corrupción) así lo corroboran. Penosamente, los números confirman que, al votar por Peña Nieto, los mexicanos volvimos a errar; subrayan igualmente que del ayer hemos aprendido poco; o peor, que el excesivo interés por uno mismo y la escasísima preocupación por los demás, nos hace olvidar que todos marcamos el rumbo y paralelamente padecemos las consecuencias.

Cuán cierto es que los pueblos que olvidan su historia están condenados a volver a vivirla; como también es verdad que sólo nosotros, en colectivo, podemos producir los cambios necesarios hacia un porvenir promisorio.

Aunque a algunos incomode, la realidad muestra que hoy, en la carrera por la presidencia para el período 2018-2024, quedan en la ruta de siempre dos aspirantes presidenciales, José A. Meade del PRI, y Ricardo Anaya del PAN. Ambos, significan la continuidad del régimen, el mismo que han avalado y aplaudido durante años.

En la vía alterna, la del cambio, el candidato de Morena Andrés Manuel López Obrador ofrece reformas de gran calado, poniendo por delante un modelo que privilegia objetivos nacionales, bienestar social, fortalecimiento del mercado interno, protección y conservación de los recursos naturales, y otras medidas notables, que las administraciones peñanietista y anteriores soslayaron. AMLO plantea ofertas que muchos juzgan ilusorias: despectivamente, les llaman “locuras, disparates, insensateces, promesas populistas irresponsables”.

La pregunta es, si de cara a la inminente elección del domingo, podremos actuar como ciudadanos informados, responsables y libres, e ir a las urnas a decidir nuestro futuro habiendo sopesado los proyectos de gobierno de los candidatos contendientes.

El delantero de la selección futbol, Javier Hernández, expresó que hay que “imaginar cosas chingonas”. Eran momentos de jauja porque se había derrotado a Alemania y Corea. En el encuentro con Suecia, el sueño no fue feliz, pues los nórdicos recordaron al equipo azteca su realidad: confianza y desconfianza al interior del equipo, inconsistencia e incertidumbre en la dirigencia. La lección es que, en aras de un gran equipo de futbol, se requiere una sociedad renovada, con pensamiento arrojado. Y en el afán de poseer esa sociedad, es imprescindible construir seguridad individual y colectiva, y contar con un buen liderazgo que aclare el panorama.

Uno tiene derecho a imaginar un México diferente. A desear para todos nosotros, condiciones óptimas de salud, educación, y empleo; amén de respeto, paz, armonía, y muchas otras cosas buenas, o “chingonas”. Cada uno tiene la oportunidad de soñar, aunque de todos depende que lo soñado se torne realidad.

Que así sea.

Fuente de imagen: Vic Torres http://picbear.online/victorresro
Twitter: @RicSantes Fecha de publicación en otros medios:

Plumas Libres, dd-mmm-yyyy

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