Síntesis de la elección en México (1a. de 3 partes)

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Ricardo V. Santes Álvarez

 

Soberbia y complicidad

El domingo 1 de julio, millones de mexicanos cumplieron con el deber de elegir representantes populares; entre ellos, el que ocupará la presidencia de la República a partir del 1 de diciembre. Las crónicas dan cuenta que la jornada transcurrió con claroscuros y que los momentos culminantes de esa etapa llegaron por la noche.

De manera sucinta, los principales se dieron así:

 A las 20:17 hrs, el consejero presidente del IFE, Leonardo Valdés Zurita, anunciaba que más tarde difundiría estimaciones de la votación obtenida por conteo rápido para la elección de Presidente de la República, sustentado en una amplia muestra representativa.

A las 20:33 hrs, Josefina Vázquez Mota anunciaba la retrotracción panista.

A las 21:01 horas, Gabriel Quadri reconocía su derrota.

A las 23:15 horas, Valdés Zurita declaraba que la votación obtenida por cada candidato se distribuía así: Peña Nieto entre 37.93 y el 38.55 por ciento, López Obrador entre el 30.90 y el 31.86 por ciento, Vázquez Mota entre 25.10 y 26.03 por ciento, y Quadri de la Torre llegaría al 2.7 por ciento.

A las 23:23 horas, Felipe Calderón confirmaba la información del IFE y felicitaba al abanderado del PRI.

A las 23:28 horas, Andrés Manuel López Obrador aparece ante los medios, declarando que iba a esperar todos los resultados para pronunciarse en torno al proceso. Reiteraba que esperaría hasta el miércoles para definir su postura, afirmando que no hubo equidad en el proceso y en los medios de comunicación. Se despedía diciendo: “Todavía no se ha dicho la última palabra”.

 Desde la misma jornada electoral y con el correr de los días, se han acumulado evidencias y muestras de inconformidad que ponen en entredicho la limpieza del proceso. Pero no sólo eso, existen otras pistas que dejan claro que desde tiempo atrás se proyectaba una elección sumamente complicada por procederes ilegítimos, rayando en la ilegalidad, por parte de diferentes actores políticos, destacando por sobre todos el PRI con su inconmensurable derroche de recursos destinados a la campaña de su candidato.

 A diferencia de lo afirmado por Valdés Zurita y Calderón, la elección 2012 está llamada a ser la más cuestionada y desaseada en la historia nacional.

 Vivimos un momento crítico para el país. La oposición al abanderado del PRI por parte de un sector social amplio no es nueva; se hizo patente luego de sus fatales declaraciones en la Universidad Iberoamericana respecto al caso Atenco, y se agudizó frente a la ignominiosa campaña, donde el derroche de dinero, el acarreo y la compra de conciencias de los más necesitados son apenas los aspectos más conspicuos.

 El PRI no ha cambiado sino todo lo contrario, porque a la crítica social ha respondido con abyecta soberbia.

 En adición a los naturales padrinos priistas, en torno al anunciado nuevo presidente se ve alineados a personajes del panismo, como Vicente Fox, Manuel Espino y el propio Calderón. En esta ocasión, como en el 2006, la elite del poder vuelve a acordar hacer uso de todos los recursos del Estado para poner un “no pasarás” a Andrés Manuel López Obrador. Igualmente como en 2006, no son sólo esos influyentes los que quieren seguir imponiendo su voluntad; ya están alineados también miembros del poder judicial, empezando por el presidente del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, José Alejandro Luna Ramos, quien con febril precipitación ya juzgó como improcedente la probable impugnación de las elecciones por parte de López Obrador; antes de que se conociera el resultado oficial, e incluso antes de que el principal perjudicado siquiera mencionara el asunto.

 

Es difícil suponer la inexistencia de acuerdo cómplice en las cúpulas del PAN y el PRI cuando que el día de la jornada electoral Valdés Zurita avaló de inmediato los resultados que arrojaba el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) a favor de Peña Nieto. Difícil porque el consejero presidente sabía perfectamente que ese mismo día se estaban acumulando denuncias sobre presuntas irregularidades. Quien ofrece explicación a ese proceder es el grupo Anonymus, al filtrar la especie que Valdés Zurita recibió 100 millones de pesos por parte del PRI. No por venir de un grupo anónimo tal acusación puede obviarse; no por su gravedad y menos aún por involucrar al personaje público responsable de la instancia electoral mexicana. Estamos atentos a su respuesta, señor Valdés.

 Es arduo creer que no hubo acuerdo PRI-PAN al ver el regocijo y la efusiva felicitación de Felipe Calderón al abanderado del PRI cuando aún no había concluido el conteo de votos. Y sobre todo sabiendo él, como representante del Estado Mexicano, que debía esperar los resultados oficiales y que López Obrador aún cuenta con el recurso legal de pedir revisión del procedimiento por razón de inconsistencias e irregularidades detectadas.

 Es ingenuo conceder que PAN-PRI y adláteres no actuaron como cómplices si, respondiendo a un papel de peón del círculo del poder, Josefina Vázquez Mota declaró, antes que Valdés Zurita se pronunciara, que ella es demócrata porque reconoce el resultado oficial de la elección, en clara alusión al probable desconocimiento del resultado por parte de López Obrador. Y en cronométrica secuencia, tal vez respondiendo a un encargo de la maestra, quien también es absoluta beneficiaria del statu quo, Gabriel Quadri exhortó públicamente a López Obrador a aceptar los resultados como hizo Vázquez Mota.

 Parece que, en la lógica de quienes gobiernan México, se es demócrata cuando se aceptan sumisamente las decisiones oficialistas aun a sabiendas que se soslaya la legitimidad y, peor, la legalidad. Y por supuesto, en la lógica de esas instancias cupulares, se es contrario a la institucionalidad y motivo de escarnio cuando se reclaman los derechos que consagra la Constitución y leyes reglamentarias.

 En más de 100 mil de las aproximadamente 146 mil casillas instaladas se han detectado inconsistencias. Entonces, ¿López Obrador atenta contra la democracia porque demanda que se limpie la elección? Y en ese sentido ¿Valdés Zurita, Calderón, Vázquez Mota y etcéteras son demócratas porque responden al proyecto de imposición del candidato del PRI?

 Es mucho lo que está en juego como para suponer que el grupo en el poder procederá con honestidad por convicción propia. Pero es claro que la sociedad mexicana lleva ya varios reveses en su legítimo anhelo de contar con un país mejor. En 2006, el gobierno panista de Fox estiró la cuerda; mucha gente estaba indignada y el plantón de Reforma, tan criticado por los enemigos de López Obrador, sirvió como válvula de escape para contener ímpetus acalorados que pudieran haber derivado en lamentable violencia.

 En 2012, la soberbia del gobierno de Calderón aunado al impresionante dispendio de recursos del PRI para ganar la elección a como diera lugar, han actuado en complicidad. La cuestionada campaña del candidato del PRI no fue motivo para que se le tocara siquiera con el pétalo de una rosa. Por ello, lo que ocurrió el día de la jornada electoral solamente fue el colofón de las irregularidades solapadas por la autoridad.

 Lo que queda claro es que el grupo en el poder ha estirado demasiado la cuerda. Ahora, su impertinencia puede llevar al país al despeñadero. México no aguanta una afrenta más.

 Twitter: @RicSantes

Ver también: Los Ángeles Press, Plumas Libres, La Bamba


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