Síntesis de la elección en México (3a. de 3 partes)

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Ricardo V. Santes Álvarez

 

Dignidad y transformación 

Las circunstancias ponen a prueba, una vez más, al representante más conspicuo de la lucha social en el México actual. Mediante acusaciones y escarnios, los adversarios políticos de Andrés Manuel López Obrador, que ya difícilmente se distinguen de enemigos personales, han pretendido despojarle de sus bienes y manchar su historial. Le han vituperado de innumerables maneras, esperando reacciones que sirvan para desacreditarlo y deslegitimar su lucha. Inclusive le han escatimado ¡su título universitario obtenido en la UNAM! Sin embargo, los años y golpes de la vida no han pasado sin dejar factura (está “aflojado en terracería”, dijo en el segundo debate); con madurez, aunque no sin tropiezos, AMLO ha sorteado el temporal. 

 La prueba más reciente es la contienda presidencial de este 2012. Desde su etapa preparatoria, en el mismo día de la jornada electoral, y hasta ahora, se ha anunciando una nueva derrota de López Obrador por vía de “la voluntad popular”; o al menos de una voluntad que se presumió fácil de forjar por diversas rutas, entre ellas, la distribución de recursos (públicos y de procedencia desconocida); la mediatización de caras bonitas y romances novelescos; el trabajo inmoral de seudo-comunicadores de lengua rápida y larga; y la difusión de encuestas “serias” que semana tras semana acondicionaron el imaginario social.

 Qué mejor estrategia para vencer al odiado enemigo que construir a lo largo de varios años la figura de un muñeco, de un Ken que hiciera las delicias de las mentes lábiles y sirviera de punta de lanza para el retorno del añorado monstruo, ese que arropa todo lo que toca con dinero, mentira, y autoritarismo. Qué mejor que imbuir en los ciudadanos la necesidad de abrazar al dinosaurio, quien luego de un merecido descanso de doce años retomaría el hilo de aquellos más de setenta de ininterrumpido reinado. Qué mejor que presentar a “la prole” un Ken, con todo y Barbie, construidos al capricho de la televisora más influyente del país.

 

 

¿Por qué alguien como López Obrador tendría que venir a romper ese fantástico México donde unos cuantos viven en la opulencia a costa de los muchos? ¿Acaso AMLO se cree capaz de venir a quitar del pedestal a los privilegiados de toda la vida? Esa debía ser una lucha perdida para el “pejeindio de pelos parados”, como algunos le llaman, revelando con ello el reprobable racismo que aún permea lo más profundo del mexicano, que divide y debilita dolorosamente un país carente de identidad.

 

 

 

Bajar los sueldos de los altos funcionarios, conminar a las grandes empresas a pagar impuestos, combatir la corrupción, dar mayores oportunidades de educación y empleo son, entre otras, iniciativas del proyecto lopezobradorista que se tornaron en afrentas para los poderosos. Por eso las altas dirigencias azules y tricolores, televisoras incluidas, se unieron en un sólo yo, y con un sólo propósito: imponer al “Peje” un “no pasarás”.

 El proyecto de las cúpulas del PRI y el PAN (PRIAN) se consumó en una primera etapa la misma noche del 1 de julio, cuando desde el Instituto Federal Electoral (IFE), y principalmente la presidencia de la República, se levantó la mano al candidato Peña Nieto. Aunque muchos no lo crean todavía, el PRI recibió visa para retornar al poder de manos de su otrora crítico acérrimo, el PAN.

 Pero la voluntad popular no significa solamente esa masa sumisa que soporta a los soberbios gobernantes y que mediante “billetazos” vota por sus siguientes verdugos. También es patrimonio de un amplísimo sector que desea ver a su país trascender hacia una etapa superior de desarrollo social y político. Y da la casualidad que, como hace seis años, en este 2012 esos anhelos de cambio nuevamente fueron depositados mayoritariamente en la persona de Andrés Manuel López Obrador.

 Cierto es que buen número confió en Josefina Vázquez Mota para liderar un proyecto alterno, pero, como comenté en mi anterior, la señora nunca estuvo al nivel de sus seguidores.

 López Obrador ha estado a la altura de las demandas y esperanzas ciudadanas; pero la empresa no ha sido ni es sencilla. Las cúpulas del PRIAN, y sin duda uno que otro “izquierdista”, le juegan por enésima ocasión una mala pasada. Sin embargo, lo que no admiten es que esta afrenta no sólo toca al político tabasqueño sino que lastima una sociedad que ya no está dispuesta a permanecer callada. Contra todo pronóstico, esta vez AMLO está más acompañado que nunca. Simpatizantes de las causas de la izquierda, pero también panistas y priístas, reconocen ahora que el Peje representa la opción de un México mejor. Esta amalgama de posiciones ideológicas encontradas establece sinergias en la búsqueda del objetivo común y constituye un frente que los grupos de poder ven con recelo y tratan de dividir, de atomizar. La “Ola cívica” de Vázquez Mota tiene, indudablemente, ese propósito.

 Cuando un ser humano es despojado de sus haberes materiales, cuando sus títulos son retirados y deja de interesar a falsos seguidores, y cuando los demás pretenden lincharlo simplemente por ser distinto y no comulgar con sus ambiciones, lo que le queda es su dignidad. Esta reflexión aplica tanto para López Obrador como para los millones que optaron por una metamorfosis. La dignidad de los mexicanos es un valor esencial para superar los execrables intereses de soberbios y zalameros. En estas horas de desasosiego, cuando el espíritu democrático es amenazado, si se pierde la dignidad, se pierde todo.

 Quienes buscan la transformación del país se manifiestan de diferentes maneras. Miles salen a las calles a expresar su profunda indignación. En las marchas que se extienden por todo el territorio es común ver estudiantes, obreros, profesionales, ancianos, amas de casa, niños, bebés, e incluso embarazadas, quienes con gran valor e inquebrantable voluntad tratan de sacudir conciencias: “¡A ti que estás mirando también te están chingando!”, “¡Únete pueblo, únete!”, son algunas de las arengas. El propósito es impedir el retroceso hacia etapas que ya se creían superadas.

 Esos mexicanos aguardan a que los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) tengan la altura de miras que el caso demanda. Si, como ha aseverado el magistrado Pedro Esteban Penagos, ni marchas ni manifestaciones influirán en la resolución, ha de pensarse que tampoco las elites del poder y su derroche de recursos harán olvidar a esos jurisconsultos su obligación. Lo mínimo que se espera de los magistrados es que cumplan con su responsabilidad para, en un marco de legalidad y justicia, poner los objetivos nacionales por encima de cualquier interés personal y/o partidista.

 En este escenario de incertidumbre por causa de una elección presidencial inconclusa, me animo a plantear que ya se asoman perdedores y ganadores:

 

PERDEDORES:

 1. Las cúpulas partidistas.

a) La Izquierda, por mantener posiciones descoordinadas en su interior, que se manifiestan en tres partidos políticos y se maximizan en el carácter tribal del PRD.

b) La Derecha, por haber dilapidado la oportunidad de consolidar avances democráticos luego de doce años de gobierno; ni falta hace nombrar a esos dirigentes azules que, con su soterrado apoyo al PRI, traicionaron a los auténticos panistas; aunque parezca un contrasentido, ganando por apostar al “triunfador oficial”, las elites panistas pierden miserablemente.

c) El PRI, porque su alejamiento como gobierno federal por 12 años de nada sirvió; no hay duda que las malas prácticas siguen siendo su forma de vida.

 2. Diversos medios y sus voceros. Pierden su credibilidad quienes pensaron que acallarían voces disonantes por vía del bombardeo infame del largamente anunciado triunfo de su candidato Peña Nieto. Destaca por sobre todos la empresa Televisa, la que, por otro lado continuará cautivando a un público escasamente interesado en el desarrollo nacional.

 3. El Estado mexicano, al evidenciar lamentables fallas en sus órganos operativos. Con honrosas excepciones, ha habido instancias burocráticas responsables, así como gobernadores, alcaldes, cuerpos policíacos, y otro cúmulo de servidores públicos, federales y locales, que han faltado a su misión de salvaguardar los preceptos constitucionales para la realización de elecciones libres, auténticas, y creíbles.

 4. La autoridad electoral, por ahora en las figuras del IFE y la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales, al incumplir con su responsabilidad de velar por un proceso electoral limpio.

 5. Los ciudadanos, por sostener instancias electorales tan costosas que en los momentos importantes demuestran su poca eficacia y que, en el extremo, son utilizadas precisamente para socavar la decisión soberana de quienes las mantienen. Toca el turno al TEPJF; esperemos que sea quien reivindique la existencia de la institución electoral y que esto que ubico como pérdida se convierta en ganancia.

 

 GANADORES:

 1. La conciencia de la transformación, que es de jóvenes y de otros no tan jóvenes. Es patente que la indignación ciudadana no es por la “derrota oficial” de AMLO, sino por la pretensión de los poderosos de aplastar el derecho a elegir en libertad. Aseverar que todas esas expresiones en las calles son atribuibles a López Obrador es una posición de avestruz, simplista y convenenciera.

 2. Los favorecedores de la democracia, porque saben que en ese ánimo no son minoría. Los resultados dejan en claro que millones votaron rechazando el retorno de un PRI estancado en vergonzoso pasado, así como una repetición panista que no auguraba la modificación requerida. Porque finalmente se reconocen como ciudadanos y no como parte de una clase social, económica o política excluyente. Porque parece que, luego de tantos enfrentamientos intestinos, comprenden que la iniciativa para que ocurra la transformación social debe ser acordada por todos y abanderada por quien no se preste a la simulación ni a la traición.

 3. López Obrador, por ser principal contribuyente a este momento histórico. Muchos lo reconocen finalmente como el único que aseguraba una opción promisoria para este atribulado presente. No obstante, está claro que su pensamiento y movimiento no lo son todo. Sin demeritar su bien ganada calidad de líder social y político, AMLO es ahora una pieza más del mosaico de la rebelde transición política mexicana… y esa es una buena noticia. Seguramente por el ejemplo de Andrés Manuel, las expresiones del anhelado cambio retumban en todos los rincones y marcan el inicio de algo mayor, cada vez más consolidado, que motiva a seguir adelante.

 4. La reflexión sobre México y el mexicano, porque a diferencia de quienes aún piensan en muchos Méxicos, la experiencia reciente parece apuntar a la existencia de únicamente dos.

a) Uno (sin distingos de posición social o económica), conformado por quienes prefieren seguir en la sumisión y la complicidad; algunos por miedo e ignorancia mientras otros por el interés de mantener los privilegios que el poder les ha otorgado. Creo que es el México de quienes se congratulan con el retorno del dinosaurio.

b) Otro (sin distingos de posición social o económica), compuesto por quienes desean un desarrollo integral, el avance hacia una sociedad de primer nivel, impregnada por la libertad, la tolerancia, y el bienestar general. Pienso que este es el México de la esperanza y la transformación, que en este tiempo ha crecido, que preocupa y ocupa a más y más ciudadanos.

 Como todo, al tiempo.

 Twitter: @RicSantes

 Ver también: Los Ángeles Press, Plumas Libres, La Bamba

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