Segundo debate presidencial. La elección la definen dos, pero ya hay un ganador

Artesanos8x45

Ricardo V. Santes Álvarez

 

El segundo debate entre los candidatos presidenciales deja varias señales. La principal es que dos personajes pueden definir la elección del primero de julio. Vamos por partes.

El formato del debate cambió y fue mejor, aunque en los hechos motivó confusiones en cuanto a orden de intervenciones y tiempos asignados; al grado que inclusive para el moderador, Javier Solórzano, resultó difícil explicar la mecánica. No obstante, se dieron las condiciones para que los cuatro aspirantes pudieran actuar con mayor soltura. Ciertamente, no todos lo consiguieron.

Algunos analistas podrán opinar que el tiempo asignado para el evento fue mayor de lo necesario. Creo que fue razonable. Para una incipiente democracia como la mexicana, donde la sociedad requiere mayores elementos de juicio para decidir su preferencia, el debate no podía ser corto en tiempo. Recordemos que solamente tres aspirantes volverán a encontrarse nuevamente, en un debate convocado por el movimiento #YoSoy132; el candidato del PRI rechazó asistir.

 De lo sustancial, un señalamiento de inicio es que el autodenominado candidato ciudadano, señor Gabriel Quadri, cayó del pedestal en que se ubicó en el primer debate. Y lo hizo voluntariamente, pues su propia negación de ser político lo descalifica. No sólo eso: parece que Quadri competía contra el moderador, arrebatándole su función y pretendiendo indicar a los demás debatientes los temas a tratar. Su perorata fue fastidiosa, hasta culminar con la pifia de considerarse como el mejor. De lo ganado previamente, el académico Quadri perdió mucho en el segundo encuentro. Sus logros fueron poner sobre la mesa los temas de la criminalización de la mujer frente al aborto, y el matrimonio civil en estricto respeto a la orientación sexual.

 La actuación de la señora Josefina Vázquez Mota confirma una impresión: llegó a su límite. Parece que su máximo éxito fue conseguir la candidatura del PAN. A tantos errores en su campaña y tanta traición al interior de su partido, se suma una fragilidad de discurso que no convoca ni deja huella. ¿Tuvo algún sentido desaprovechar una intervención inicial para cambiar de género a sus adversarios políticos?

Su estrategia fue la esperada: atacar a quienes le superan en las preferencias. Pero no solamente vio hacia arriba, también al candidato de la señora Gordillo le dedicó tiempo, si bien de éste recibió respuesta tan contundente que no alcanzó a superar; sobre esto último, la pregunta es: ¿valió la pena, querida amiga? El claro viraje en su discurso, apelando al voto de las mujeres (legítimo, sin duda) llega tarde y supone un acomodamiento desesperado. Alguien tendrá una percepción diferente, pero mi opinión es que Vázquez Mota no sólo no subió en las preferencias, sino que disminuyó su capital.

 El señor Andrés Manuel López Obrador sorprendió; positivamente a unos y negativamente a otros, como siempre. Y no porque dijera algo nuevo (ningún aspirante político lo hizo), sino porque mostró fluidez discursiva. Ni más ni menos. En ese contexto, tuvo buen tiempo para exponer un escenario de gobierno, dando cifras, planteando estrategias, y nombrando a su gabinete (lo que sigue marcando sensible diferencia frente a los otros aspirantes).

López Obrador sabe que su campaña va bien; atinó al mencionar al ex-presidente Franklin D. Roosevelt, como un arquetipo a seguir en su proyecto de gobierno, pues fue un guiño a los Estados Unidos; también en su propuesta de serenar al país, que revela un ánimo conciliador. Adiciono su posición realista respecto a un potencial tratado de libre comercio con China, en el sentido que primero debe fortalecerse el mercado interno.

Entre quienes reaccionaron negativamente está Felipe Calderón quien, desde su cuenta de Twitter, no resistió la tentación de criticar a López Obrador. Una impertinencia más de quien debe honrar su investidura y mantenerse al margen de la contienda. Como dice el candidato de la maestra: “pero en fin, nadie hace caso”.

 El señor Enrique Peña Nieto confirmó que puede desenvolverse sin ayudas. Sin embargo, exhibe un discurso acartonado, nervioso, de escasa motivación. Reiterando lo que ha expresado en anteriores ocasiones, no ha sido capaz de aprovechar su juventud (comparado con los demás aspirantes) para ofrecer un escenario de esperanzas, de cosas nuevas y mejores. Incluso plantea iniciativas que otros ya patentaron, al extremo que López Obrador le demanda derechos de autor.

Peña Nieto cuenta con el apoyo de los medios de comunicación tradicionales, lo mismo que de una fenomenal estructura partidista, que moviliza en un santiamén miles de apoyadores, como los que acudieron al Estadio Azteca para defender a su candidato de las “agresiones” verbales del movimiento #YoSoy132. Pero asimismo no puede evitar cargar la pesada losa que representan su partido y las cúpulas que le cobijan. Estos dos factores influyen para que su candidatura vaya cayendo en las preferencias electorales. Paradójicamente, el “plus” que representan recursos como las televisoras y las “fuerzas vivas” (de las que ya se han desatado sectores violentos), poco a poco se ha tornado en preocupante merma. Pero esperemos a ver qué dicen las encuestas “serias”.

 Dije que el principal resultado del debate es que dos personajes pueden definir la elección del primero de julio. Uno de ellos es Andrés Manuel López Obrador; el otro, Felipe Calderón. El primero, salió fortalecido del segundo debate y sube como la espuma en las preferencias. Frente a la opacidad de Vázquez Mota y el clarísimo voto inútil que significa Gabriel Quadri, el candidato de las izquierdas puede ser opción para un amplio sector de votantes, quienes rechazan el retorno del PRI.

Felipe Calderón, por su lado, con una clara animadversión hacia López Obrador que le llevó a emitir un “twit” en pleno debate, criticando su aritmética, ha cometido el mismo error que Vicente Fox. Cuanto más se ocupe en pretender aplastar a López Obrador, más le ayudará a ascender. No hay duda que, cuando gana la víscera, no hay manera, pero el país no está ya para que desde el gobierno se abanderen vendettas. Esperemos que el rencor de Calderón no sea tan grande como el de Fox. El presidente debe permitir un proceso electoral limpio, donde el resultado refleje de forma fidedigna la voluntad ciudadana expresada en las urnas.

Concluyo afirmando que el segundo debate presidencial tiene un ganador: la sociedad mexicana. Muchos ciudadanos que ayer tenían incertidumbre sobre la inclinación de su voto, hoy pueden haber amanecido con un panorama más claro, con elementos más sólidos para elegir al próximo presidente de la República. Ello constituye un avance de nuestra endeble democracia.

 Twitter: @RicSantes

 Ver también: La Bamba,


También te podría gustar...

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *