Error de cálculo: “Ni los veo ni los oigo”

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Ricardo V. Santes Álvarez

 

Apenas iniciado el sexenio de Enrique Peña Nieto, una de las primeras tareas fue resolver algunos “pendientes”. Añejos, por cierto, pues se remontaban a una década más o menos, los cuales no se atendieron con anterioridad porque el PRI se ausentó del gobierno federal durante dos sexenios. Pero no los olvidó.

La afrenta

Se trataba de cuentas con la señora Elba Esther Gordillo Morales, “La maestra”, que había que saldar a la brevedad. De entre varias, destacó la conflictiva relación que la otrora poderosa señora tuvo con Emilio Chuayffet Chemor (conocido también por priístas como “El maestro”) cuando ambos fueron diputados y compañeros de bancada en el período 2003-2006, en la LIX Legislatura. Cuando la relación hizo crisis (Gordillo Morales tenía interés por otras aventuras políticas, al grado de impulsar el surgimiento del Partido Nueva Alianza, o Panal, en 2005), Chuayffet sustituyó a Gordillo en la presidencia del grupo parlamentario del tricolor.

No obstante el comprensible berrinche de la lideresa del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), el partido procedió con los trámites necesarios para expulsarle, lo que ocurrió el 13 de julio de 2006. Vale recordar que otro factor que abonó al conflicto fue el cabildeo de Gordillo en favor de Calderón en la elección presidencial de ese año. La rivalidad entre El maestro y La maestra quedó sellada desde entonces.

La revancha

Iniciado el gobierno de Peña Nieto, y conocidos los nombres de los titulares de las carteras principales del gabinete, fue sintomático el nombramiento de Emilio Chuayffet como secretario de educación pública. Lo menos que se comentó fue que se trataba de un mensaje directo a Elba Esther Gordillo. La pregunta era cómo se desenvolvería la añeja rivalidad.

Con la firma del Pacto por México, el 2 de diciembre de 2012, empezaron a despejarse algunas interrogantes. El Pacto anunciaba iniciativas de cambios importantes, que luego se tomarían como los motores de arranque para “mover a México” y colocarlo en un lugar relevante en el mundo. Del listado de iniciativas, casualmente, se decidió que una de las primeras sería la referente al sector educativo.

A través del Pacto, el gobierno y los representantes (por así decirlo) de los tres principales partidos políticos, afianzaban una endulzada alianza y se abocaron a dar una inédita sacudida a la estructura de la institución educativa. Sacudida que en un principio pareció ir en caballo de hacienda por dos razones:

1). El 25 de febrero de este año, Enrique Peña Nieto firmó el decreto de la Reforma Constitucional en Materia Educativa. Gustavo Madero Muñoz, a la sazón presidente del Consejo Rector del Pacto por México, fue el encargado de hablar de las virtudes de la iniciativa y hacer la advertencia de lo que estaba por venir. En su discurso, Madero afirmó: “Ante las resistencias que no tienen justificación fundada, sino temores alimentados con desinformación o interés mal intencionados, debemos de salir a informar. La reforma es una reforma noble que no tiene enemigos declarados, más allá de quienes se opongan a la mejora de la calidad de la enseñanza y al apoyo a los maestros que reclaman un justo reconocimiento y estímulo a su esfuerzo por mejorar su desempeño” (http://pactopormexico.org). Peña Nieto no tuvo necesidad de hacer mayor esfuerzo en este propósito; el gran aliado Madero lo dijo todo: resistencias injustificadas, desinformación, e intereses mal intencionados son obstáculos a la reforma, la cual no tiene enemigos declarados salvo quienes se le oponen.

2). Parecía que en la alianza se incluía el reconocimiento de un enemigo común, y de inmediato se supo de quién se trataba. El 26 de febrero, apenas un día después de la firma del decreto en materia educativa, “La maestra” fue detenida en el aeropuerto de Toluca. A la fecha, está en prisión acusada de desvío de recursos en agravio del SNTE. Como una vuelta al pasado glorioso del viejo Dino, haciendo recordar inevitablemente el “Quinazo” salinista el gobierno pareció anotarse el gran golpe que, se calculaba, dejaría el camino libre a los objetivos de la reforma. Esta vez, como en 1989, los medios oficialistas no dudaron en llenar de alabanzas la mano firme de un presidente decidido a avanzar cambios “por el bien de México”. No obstante, algo ocurrió

Error de cálculo

El México del 2013 es un tanto diferente al de 1989; inclusive al de hace una década. La ausencia del tricolor de Los Pinos desde el 2000 y los desgobiernos azules por 12 años, no fueron en vano. Pese a que 2012 significó el retorno del PRI a la presidencia, las cosas han cambiado.

En el lado del poder, el desapego de los gobernadores a las directivas presidenciales durante la época azul fue notorio. La creación de la Conferencia Nacional de Gobernadores, o Conago, en julio de 2002, fue una respuesta al presidencialismo; aunque en realidad en esos tiempos era un presidencialismo cuya propia irrelevancia permitió el surgimiento de tal agrupación.

En el lado de la base social es palpable que, avanzando con lentitud pero al fin avanzando, la organización empieza a ser recurso trascendental; no sólo a través de formas convencionales sino mediante instrumentos como las redes sociales, que imprimen una tónica distinta a los objetivos de la acción colectiva.

Es claro, por tanto, que el derribo de un líder sindical y la imposición de otro “a modo” ya no implican sumisión automática de las bases. Igualmente, la existencia de un sindicato complaciente con el poder tampoco es sinónimo de anulación de sectores de disidencia organizada. En tal suerte, la cómoda postura del “ni los veo ni los oigo” que tan exitosa resultó en otra época, en la actual satisface solamente a quien se oculta de la realidad nacional. Es útil sólo para quien opta por viajar por el mundo para alejarse de los problemas y, cuando se halla en el país, prefiere cobijarse con las policías y las élites en los lugares donde el ciudadano de a pie no tiene acceso.

El error de cálculo consistió en por lo menos siete aspectos:

1). Conceder la cartera de la secretaría de educación a un personaje que en su agenda parece que solamente llevaba el objetivo de la revancha personal. Una vez conseguido el propósito, ¿cuál ha sido su papel? Porque para la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) no tiene espacio en su agenda.

2). Pensar que sometiendo a “La maestra” e imponiendo en la dirigencia sindical a un individuo manejable todo lo demás sería miel sobre hojuelas. No ha sido así; más bien, todo lo contrario.

3). Apostar que la “disidencia” sindical, representada por la CNTE, se sometería fácilmente a las decisiones del poder.

4). Menospreciar a quien disiente. El 2 de septiembre, Peña Nieto dijo “En el México de hoy, la democracia respeta a las minorías, pero en todo momento las minorías deben respetar la democracia, a sus instituciones y las libertadores de todos”. La alusión fue directa: en los días siguientes la CNTE ha redoblado su demostración de fuerza en las calles: no se considera “minoría”.

5). Confiar que los medios oficialistas serían suficientes para controlar la opinión pública y así socavar cualquier inconformidad magisterial. Todo lo contrario; a los contingentes de maestros se suman estudiantes y otras agrupaciones de trabajadores hartos del cerco y sesgo informativos de esos medios. ¿Quién le cree a los “informadores” de Televisa o TV Azteca?

6). Incurrir en la información a medias, o de plano la desinformación, respecto a las “bondades” de la reforma educativa. Pues pese a lo que afirmó Gustavo Madero (“Ante las resistencias […] debemos de salir a informar”), resulta que ni el gobierno ni los aliados del Pacto informaron lo que debían ni a quienes debían.

7). Creer que el “ni los veo ni los oigo” funciona hoy tan bien como ayer. No es así. Un gobernante no debe priorizar lo que hace, sino cómo lo hace: si procede al margen del acuerdo social, es un mal gobernante porque lo que hace, lo hace mal.

Las consecuencias

Los resultados de todos esos errores quedan a la vista. Están en las calles del Distrito Federal lo mismo que en las de importantes ciudades en todo el país. Si la iniciativa es tan noble y sólo busca la mejora de la calidad de la enseñanza y el reconocimiento del esfuerzo de los maestros, como se pregona, valdría la pena que los aliancistas del Pacto se pregunten por qué hay una inconformidad social cada vez mayor.

El panorama se complica. A las marchas realizadas por la CNTE este domingo en la capital de la República y otras ciudades del país en contra de la reforma educativa, se suma el rechazo a la energética; al respecto, Andrés Manuel López Obrador encabezó ayer multitudinaria reunión con diversos sectores sociales en la confluencia de Balderas y Avenida Juárez, en el corazón del país. Por si no fuera suficiente, también ayer Peña Nieto presentó su propuesta de reforma hacendaria (en Los Pinos, claro), la que al parecer dejará contentos y descontentos a los mismos de siempre.

No hay duda que los controles políticos convencionales del Estado se hallan estacionados. Por su parte, la organización social avanza porque diversos sectores convergen en el objetivo común de frenar medidas gubernamentales erróneas.

¿Cambio de estrategia?

El gobierno ha cometido un error de cálculo. Sin embargo, hay tiempo para reorientar el rumbo. El discurso de la superioridad (“las reformas van porque van”) debe cambiar a uno de reflexión y diálogo plural e incluyente. El permanecer ciego y sordo ante la demanda social sólo es propio de un régimen atrapado en el pantano de un pasado autoritario; esperemos que la tentación del “monopolio del uso legítimo de la violencia” ceda ante la fuerza de la sensatez y el acuerdo. México no merece seguir en este bache.

Twitter: @RicSantes

Fecha de publicación en otros medios: 9 y 10 deseptiembre de 2013

Ver: Los Ángeles Press , Infolliteras, Cancún Digital, Tijuana Digital, Crítica Política

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