Los 4 meses de la 4T

El 1o. de diciembre de 2018, en su alocución de toma de posesión, el presidente Andrés Manuel López Obrador tuvo palabras de agradecimiento para su antecesor, Enrique Peña Nieto. Una sóla razón motivó tal detalle: el priísta evitó meter las manos –con el conocido descaro que hacen los mandatarios salientes—, en el proceso electoral de ese año donde AMLO contendió por tercera ocasión por la presidencia de la República. Nada más. Luego, el ungido definió el rumbo que tomaría su mandato: un cambio radical en la manera de gobernar, distante de los arreglos corruptos que hasta entonces había cobijado la consabida impunidad otorgada desde las altas esferas.

A cuatro meses de iniciada la 4a. Transformación de la Vida Pública, es factible reconocer un modo distinto de ejercer el poder donde, en conformidad con reiteradas ofertas de campaña, se pone por delante la agenda social, que había quedado rezagada en gestiones pasadas. Los temas de mejora salarial, salud, empleo, adultos mayores, personas con discapacidad, civismo y ética en la educación, son parte del nuevo discurso. En los hechos ya se reflejan acciones, como incremento al salario mínimo, becas para los “jóvenes construyendo el futuro”, pensión universal, proyectos para generación de empleo, entre otros.

Difícil obviar que, por voluntad presidencial y como disposición en el Congreso, los salarios de los altos funcionarios se han reducido sustancialmente, incluyendo el del propio titular del Ejecutivo; o que tópicos como justicia y Estado de derecho son banderas que enarbola la nueva administración federal. Y qué complicado sería refutar la reforma reciente al Artículo 108 de la Constitución para que el presidente en funciones pueda ser juzgado por actos de corrupción, que refuerza el combate frontal a ese fenómeno en todos los ámbitos. Sí, parece que los cambios son posibles en un México que por tantas décadas permaneció impávido mientras otros países evolucionaban en sus procesos de saneamiento de la cosa pública.

AMLO pregona con el ejemplo. No sólo exhibe un comportamiento austero, sino que mantiene un ritmo de trabajo tan vertiginoso que pocos le aguantan el paso. En las “conferencias mañaneras”, que hoy son motivo de atención internacional, marca la agenda; de manera semejante a como la hacía cuando fungió como Jefe de Gobierno del ido Distrito Federal, pero hoy con impacto mayúsculo (las “benditas redes sociales” le siguen dando un alcance inusitado). De hecho, algunos medios se han quejado de haber perdido audiencia en sus transmisiones matutinas.

Cabe mencionar que el presidente aprovecha cada oportunidad para seguir martillando a sus adversarios. Les da hasta por debajo de la lengua; eso sí, “con todo respeto”. Por ello, recibe críticas, pues más bien se presenta como candidato en campaña que como Jefe de Estado, en una actitud de permanente confrontación que resulta contraria a su promesa de gobernar para todos. Y sí, puede pensarse que gusta de fomentar la pugna entre “conservadores” y “liberales”, a sabiendas que eso abona poco a la tan necesaria reconciliación. Sin embargo, ¿qué reprocharle a quien se mantiene firme al compromiso de atender las necesidades de su pueblo antes que cualquier interés de los grupos que siempre fueron privilegiados? Genio y figura.

López Obrador debe considerar que, pese a su legítimo y loable deseo de dirigir esfuerzos a la consecución de un México mejor, no puede hacerlo con buena voluntad solamente. En su círculo cercano (el Gabinete) y en los demás círculos que poco a poco se alejan del control directo pero que finalmente son parte de su administración, se han asomado flaquezas y tintes de descoordinación, por decir lo menos. Todavía hay personajes del viejo régimen, con perniciosas mañas, incrustados en la nave de la 4T. Informadores de distintos medios se lo han mencionado y él ha respondido que lo sabe pero que todo se irá ajustando… sí, tal vez… poco a poquito, despacito.

Esperemos que la limpieza en todo el gobierno no tarde tanto como para generar problemas irresolubles. Por apuntar un caso, el asunto de los migrantes sigue siendo una “papa caliente”, que si bien produce berrinche en el tirano que gobierna Estados Unidos, en el país revela la corrupción imperante en el Instituto Nacional de Migración, donde no hay alguien capaz de poner orden.

El primer mandatario ha externado que recibió un cochinero; no únicamente en migración sino en casi todas las oficinas… ¡qué mal! Pero ciertamente, no es momento de lamentarse, sino poner manos a la obra para que las cosas cambien de una vez por todas. En ese propósito, López Obrador sabe que sigue contando con el apoyo de la mayoría de los mexicanos.

Aun con la malquerencia de los detractores, luego de cuatro meses de la 4T el balance de los cambios es positivo.

Fuente de imagen: lopezobrador.org.mx

Twitter: @RicSantes

Fecha de publicación en otros medios:

Plumas Libres, dd-mmm-yyyy

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